PRIMERA PARTE
En febrero de 2003 presenté en un ayuntamiento de La provincia de La Coruña un proyecto relativo a la construcción de tres viviendas más bajo cubierta y local comercial en una localidad de dicho ayuntamiento, para edificar en un solar de mi propiedad. Por estar en vías de aprobación el nuevo plan urbanístico no me lo recogieron hasta julio de ese año, sin admitirlo, toda vez que en base al nuevo plan debía incluir una serie de modificaciones en el bajo cubierta que limitaban bastante la superficie de éste, por lo que decidí modificar el proyecto, ampliando el número de viviendas a siete, para lo que incluí un solar anejo, también de mi propiedad. Dicho proyecto fue presentado en el ayuntamiento en febrero de 2004, pagando las tasas correspondientes.
Por estar ubicada la obra en zona protegida -entorno de una iglesia y un Pazo considerados de alto interés patrimonial-, el proyecto debía contar con el visto bueno de la Delegación de Patrimonio histórico-artístico. El ayuntamiento me solicitó un estudio de detalle relativo a los voladizos, que fue aprobado a finales de julio 2004. Con posterioridad, el propio ayuntamiento, a través de su aparejadora me dijo, de palabra, que Patrimonio no admitía la existencia de dichos voladizos –pese a estar dentro de la ley- y que para que el proyecto pudiera salir adelante, debía renunciar al estudio de detalle. Actuando con toda mi buena fe, firmé una carta de renuncia, contando con que con ello se acabarían las trabas y podría empezar a edificar.
Pero por otra parte, el ayuntamiento me comunicó –verbalmente, como siempre- que para que la obra siguiese adelante debía incluir en el proyecto la superficie de un galpón de 5,29 m2 que está anejo al segundo solar incluido en el proyecto, y que es propiedad de unos vecinos, para lo cual debía hacerme con esa propiedad. Dicho galpón consta de bajo y un piso superior. El bajo está dividido en dos, una parte de unos 2 m2, que utilizan los propietarios como despensa, y el resto se viene utilizando desde tiempos inmemoriales para el servicio de mi casa. La misma circunstancia concurre con el piso superior, a la que solo hay acceso desde mi casa y se viene utilizando como cuarto de baño de la misma.
Traté de comprar dicho galpón a los vecinos, pero se negaron a venderlo aduciendo que lo necesitaban. Entonces negocié una permuta, que consistía en cambiar el galpón por un trozo de bajo completamente terminado del futuro edificio, de superficie sin concretar. Aceptaron la posibilidad de dicha permuta, y a instancias mías –bajo ningún concepto quería que se sintiesen engañados- hablaron con la aparejadora del ayuntamiento de Laracha para informarse convenientemente.
Según me informaron los propietarios con posterioridad, mientras se encontraban haciendo antesala a la espera de la entrevista, un señor al que no conocían pero indudablemente perteneciente al funcionariado del Ayuntamiento, les preguntó por quien esperaban. Al decirles que por la aparejadora, quiso saber de que asunto se trataba, y se lo explicaron. Como quiera que justo en ese momento la aparejadora quedó libre, les acompañó al despacho, y cuando la técnica informó de la situación, este señor, actuando como consejero aparentemente gratuito, les recomendó que pidieran a cambio del galpón la totalidad del bajo del futuro edificio –unos 90 m2-. Por la descripción que me dieron de esa persona, es indudable que se trataba del secretario del ayuntamiento, aunque desconozco los motivos que le movieron a una actuación tan poco ética. Puedo imaginarlos, por comentarios que oí posteriormente sobre su persona y su peculiar manera de cobrar favores, pero carezco de prueba alguna de ello. Ante tal injerencia, los propietarios, pese a manifestarme que consideraban desproporcionada tamaña petición, decidieron contratar un perito para ver lo que podían sacar de provecho.
Dicho perito se desplazó a la localidad que nos ocupa y, sin molestarse siquiera en efectuar una medición, calculó “a ojo de buen cubero” que el galpón tendría una superficie de 7 m2, y les dijo que como eran 7 metros pidieran a cambio una superficie del bajo de 7 por 7 m., es decir, 49 metros cuadrados. Y se quedó tan tranquilo.
Yo no estaba presente cuando se produjo esa situación, y como cuando me lo indicaron los propietarios me pareció una petición realmente absurda, llegué a pensar incluso que se trataba de un error, por lo que me dijeron que si quería aclararlo me entrevistara con el perito. Así lo hice, y ante mi incredulidad, me confirmó la alucinante petición, y cuando le pregunté en que se había basado para hacerla, me indicó que se basaba en que sin ese galpón yo no podría construir. Aparte de hacer referencia a que si para llegar a esa conclusión había tenido que hacer algún master, le contesté que no me explicaba como no me pedía la totalidad del bajo, o quizás algún piso.
Ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo razonable, decidí renunciar al proyecto de los dos solares y retomar el proyecto inicial. Los propietarios del galpón siguen metiendo en el espacio que utilizan sus patatas y sus cebollas en lugar de tener un local de quince metros cuadrados, en el que podrían disponer de, por ejemplo, bodega y garaje, o incluso un pequeño local de negocio, pero bueno, ellos están en su derecho a negarse a negociar con lo que es suyo, que yo la propiedad privada la respeto.
SEGUNDA PARTE
En abril de 2005 presenté el nuevo proyecto. Tras esperar un tiempo más que prudencial, telefoneé a la aparejadora en Julio. Estaba de vacaciones, así que, dado que el Ayuntamiento de Laracha es uno de los pocos centros de trabajo en los que cuando el personal marcha de vacaciones, las tareas pendientes también descansan hasta su vuelta, tuve que esperar hasta primeros de agosto para enterarme de cómo evolucionaba el asunto.
Me dijo que había revisado el proyecto antes de las vacaciones y que había que hacer unas modificaciones. Ya había intentado ponerse en contacto conmigo entonces, pero no lo consiguió. Mis teléfonos fijo y móvil obraban en el expediente, pero por algún misterio de las nuevas tecnologías le fue imposible localizarme.
Me instó a agilizar las modificaciones necesarias, porque tenía que informar a Patrimonio y lo necesitaba. Yo, aunque ciertamente perplejo, actué con toda la diligencia de la que fui capaz. Contacté con mi arquitecto, éste a su vez con la aparejadora del ayuntamiento, y a los 15 días el asunto estaba solventado. O eso creía yo, puesto que la técnica me dijo que así era.
Ahora solo quedaba enviar el informe a Patrimonio. Recuérdese que estamos en mitad de agosto. Y que según la aparejadora era urgente. De alguna manera dejó de serlo, porque el informe entró en patrimonio a mediados de enero del siguiente año 2006.
Tras lidiar con Patrimonio, cosa que puedo jurar que no es fácil, conseguí que resolvieran favorablemente en abril. Para ello, como resulta obvio, tuve que puentear descaradamente al ayuntamiento.
Llegado a este punto, estaba harto. Tuve algunas ofertas de permuta y acepté una de ellas en junio de 2006, suponiendo que los responsables de la empresa con la que llegué a un acuerdo, como profesionales que son de la construcción, agilizarían los escasos trámites que quedaban. Craso error.
Tras toparse con los problemas burocráticos habituales (vacaciones, semiparalización de actividades en agosto, etc), apareció un nuevo problema -o viejo, según se mire-. El proyecto de derribo que se presentó con el proyecto inicial había caducado. Había que hacer uno nuevo, y presentarlo en Patrimonio. Vuelta a empezar. Patrimonio resolvió favorablemente y el ayuntamiento otorgó la licencia de demolición a finales de diciembre de 2006; los constructores así me lo dijeron, e incluso manifestaron que la aparejadora les había dicho que si querían podían proceder al derribo, porque no iba a haber problema alguno para aprobar la licencia de construcción del nuevo edificio, hecho que se produciría en el pleno del concello del 19 de enero.
Con buen criterio –excelente criterio, diría yo- los constructores y yo decidimos conjuntamente no derribar antes de tener permiso para edificar, sobre todo teniendo en cuenta que siempre aparecía alguna nueva incidencia que entorpecía la marcha normal del asunto. Tampoco esta vez hubo excepción. Parece ser, y digo parece ser porque a mi no me llegó constancia de ello, que las famosas modificaciones de agosto de 2005 no se habían llevado a cabo al completo por parte del arquitecto, y que la aparejadora iba a informar negativamente al pleno, salvo que finalmente se llevaran a cabo las modificaciones.
Así se hizo, y por fin en febrero de 2007, ya estaba todo solucionado. Todo? no, porque tras diversos atrasos de la aparejadora alegando falta de tiempo –supongo que lo que respecta a mi proyecto la técnica no debe considerarlo parte de su trabajo- y así transcurrieron los meses de marzo y abril sin que el proyecto entrase en el pleno del ayuntamiento.
Y entramos en mayo. Tras no incluirlo en el pleno del dia 4, prometió que el día 18 entraría con total seguridad. En este caso hubo cierto suspense, porque, aunque parezca increíble, no hubo forma de ponerse en contacto con ella hasta el día 23, en que dijo que tampoco había tenido tiempo, y que con posterioridad comprobó que todavía quedaba una nueva deficiencia por subsanar, y es que en sus anteriores revisiones del proyecto no se había percatado de que las medidas de los tendederos no se ajustaban a las autorizadas.
Por fin, el día 1 de julio se me concedió la ansiada licencia. La primera petición con la que se descolgó el ayuntamiento, nuevamente de forma verbal –que así nadie se compromete- fue que no empezara el derribo hasta el mes de setiembre, después de las fiestas patronales, debido a la afluencia de veraneantes en julio y agosto y la de romeros durante la celebración de dichas fiestas. Accedí, dando otra muestra de buena fe, pese a que el plazo que ellos mismos me habían concedido para iniciar la obra prescribía el 1 de setiembre.
Pasé un verano tranquilo, considerando que ya había superado las cribas con el Ayuntamiento y Patrimonio, dos huesos duros de roer. Pero aun me quedaba un tercero, con el que ni por asomo contaba: ni más ni menos que Unión FENOSA. Para que les voy a contar. La fachada de mi casa soporta todo cuanto cable eléctrico circula por el pueblo, para lo cual nadie jamás me ha pedido permiso ni a mí ni a ninguno de mis predecesores en la propiedad del inmueble, aunque la recíproca ya es otra cosa, y claro, para poder iniciar el derribo había que separarlos de la fachada y colocar unos postes para que los soportaran.
El 10 de setiembre, después de dar de baja mi contador y solicitar el pertinente permiso para que la fachada quedara libre de cableado, me encuentro con que no es tan fácil, porque el ayuntamiento se niega a que se instalen los postes, toda vez que el propio ayuntamiento había instalado hacía un par de años un cableado subterráneo, y justo se acordó de reclamárselo a FENOSA cuando a mí se me ocurre tirar la casa. Casualidades de la vida. Si no es por joder, que alguien me lo aclare. Tras varios dimes y diretes entre los dos organismos, conmigo en medio, claro está, se descubre que la instalación subterránea que mandó hacer el ayuntamiento es un desastre, porque la empresa instaladora olvidó hacer una arqueta para la toma de tierra que es indispensable para que aquello funcione, con lo que al Concello no le queda otra que ponerse colorado por su descontrol en las obras, y acceder a la instalación de los postes. A todo esto ya estamos a mediados de octubre (y yo con estos pelos).
Ahora le toca a FENOSA mover ficha. Y en eso estamos.
Por otra parte, como parte paralela de esta rocambolesca historia, aparecen los vecinos. Supongo que hay muchos a los que yo haga con mis propiedades y sin perjudicar a nadie, les da exactamente igual, pero hay otros que deben tener tan pocas cosas que hacer, que están más preocupados de que les vaya mal al vecino que bien a ellos.
Sus protestas se fundamentan en que lo que se va a hacer es una aberración urbanística que va a romper el entorno –como si los restantes edificios construidos de varias alturas, mayoritarios en le plaza, no lo rompieran ya-.
Si fuera mal pensado, que no lo soy, llegaría a la conclusión de que lo que realmente les afecta en ambos casos es que el edificio que se va a construir les quitará vista, y casi me alegraría de que así fuera, porque al menos sería indicativo de que no son estúpidos, que es el caso de los que tratan de causar daño a otra persona sin obtener a cambio ningún provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio, y pasan a la categoría de malvados, que son los que logran beneficios de este tipo de actos. Y la verdad, de tener que elegir prefiero tener vecinos malos que tontos, que los tontos son todavía más peligrosos.
Y me queda un último pensamiento. Puesto que el solar figura a mi nombre en el Registro de la Propiedad, pero sin embargo Ayuntamiento, Patrimonio, FENOSA y algunos vecinos tienen tanta vela o más que yo en este entierro ¿alguien puede decirme si me van a ayudar a pagar la contribución?
TERCERA PARTE
Como se recordará, hay una petición a FENOSA pendiente desde el 10 de setiembre para que retire los cables de la fachada, y no solo eso sino que hubo que apoquinar 2000 eurazos, porque FENOSA, lógicamente, no va a cargar con unos gastos de un trabajo en el que no tiene responsabilidad (o tal vez sería más exacto decir que no le reporta ningún beneficio).
El miércoles 24 de Octubre, un representante de la empresa eléctrica alega que todavía no tuvieron tiempo de hacer el trabajo, pero promete que el día 31 del mismo mes aquello estará hecho. Debió decirlo con buena intención, porque el lunes 29 aparecieron por allí una cuadrilla de operarios de una empresa auxiliar de FENOSA, que con gran ánimo se pusieron a cavar un agujero, se supone que para proceder a instalar un poste que no se veía por ningún sitio, pero cabe suponer que éstos eran los del agujero, y luego vendrían los del poste, y finalmente los que les correspondía desenganchar los cables. Yo no estaba, pero testigos presenciales fiables me dijeron que tan pronto como terminaron, y tras realizar varias llamadas por el móvil no se sabe muy bien a quien (está claro que hemos pasado directamente de la España de charanga y pandereta a la España del Mancontro), recogieron sus bártulos y se marcharon de allí tan rápido como habían venido. Pero bueno, no tengo por que criticarlos siendo como fueron un ejemplo de profesionalidad, porque los del poste y los cables no se dignaron a aparecer por allí. Me queda la duda si todos pertenecen a la misma compañía o bien son de diferentes empresas cada una con su especialización, a saber, -y que se me disculpe la reiteración- agujero, poste y cables.
El 2 de noviembre, el constructor que va a realizar la obra, se presentó en las oficinas de FENOSA para pedir explicaciones al autor de la promesa de que iba a hacerse todo antes del 31 de octubre, pero éste no pudo aclararle nada porque la empresa auxiliar a la que se le había encargado el trabajo, estaba cerrada porque habían hecho puente. Finalmente el trabajo se hizo.
Bueno, pues ahora ya estaba solucionado, por fin, y la obra podía comenzar. Ah, pero la crisis era otro obstáculo que habría que salvar ¡y menudo obstáculo!
El constructor, todavía no sé si con malicia o sin ella, pero me inclino a pensar en lo primero, llevó a cabo el derribo del edificio a finales de noviembre, indicando que los trabajos de construcción del nuevo edificio se iniciarían tras el puente de la Constitución.
Pero empezaron a pasar los días y los trabajos no se iniciaban, y empezaron a surgir las disculpas: que si antes de nada había que hacer un estudio geológico del terreno y la empresa que lo iba a hacer tenía a sus operarios en Madrid, que si Diciembre era prácticamente época vacacional, etc. Me prometió que después de Reyes se iniciaría la obra y no tuve más remedio que aceptar, aunque ya con la mosca detrás de la oreja.
Tal y como intuía, pasó la festividad de Reyes y se hizo el famoso estudio geológico, pero nada más. Puesto en contacto con el constructor, me dijo que era cuestión de pocos días, porque estaba manteniendo contactos con un banco para lograr la financiación. Me quedé estupefacto. El propio constructor siempre había mantenido que poseía recursos propios para poder realizar la obra. Así se lo recordé y me dijo que como tenía facilidad para conseguir financiación, había invertido el dinero que pensaba destinar a la obra en la compra una propiedad, y aunque ahora se habían complicado un poco las cosas por la crisis, estaba pendiente que le autorizasen el préstamo, lo que ocurriría en breves fechas. Cualquiera puede imaginar como me sentí al oir aquello, y lo que le dije.
A partir de entonces, prometió mantenerme al corriente, pero en esos momentos, finales de enero de 2008, ya se veía claramente que rehuía contactar conmigo. Pese a que cada vez que lo llamaba ponía alguna disculpa poco admisible sobre los motivos por los que se prolongaba la espera y prometía llamarme a principios de semana, era yo el que tenía que volver a llamarlo y me contestaba que justo lo llamé en el momento en que iba a hacerlo él.
Pues bien, ya estamos en marzo de 2010, y continúo siendo propietario de un hermoso solar. La última promesa del constructor, efectuada hace pocos días, emplaza el inicio de la obra para mediados de este mes. Como es de suponer, volverá a incumplirla y me obligará a volver a la carga, pero al menos me da argumentos para continuar escribiendo esta historia kafkiana, , pero al menos me da argumentos para continuar escribiendo esta historia kafkiana, que si no hubiera sucedido mi imaginación jamás sería lo suficientemente fecunda para conseguir inventarla.
domingo, 7 de marzo de 2010
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